viernes, 3 de diciembre de 2010

Science and Faith

Desde hace años, siglos, milenios... Mi cabeza no para de dar vueltas acerca de lo que realmente supone la mayor controversia de la historia de la humanidad. Un combate que va en lo más profundo del ser humano, en su propia genética (Ciencia), en su propia Alma (Fé). Un combate que no es de persona vs persona sino de una persona contra si misma, contra lo que ella es.

Es propio del científico (que no del tecnólogo) darse cuenta de que cuanto más sabe, más desconoce. Cuanto más profundo se llega en una materia se llega a la certeza absoluta de que el final está aun mas lejos que antes. Cada día sabemos más de nosotros mismos, de lo que nos rodea y de lo que está a millones de kilómetros a la velocidad de la luz. Y sin embargo, ¿existe alguien en el mundo que sea capaz de explicar siquiera qué es la velocidad de la luz para que el resto de los mortales podamos entenderlo? Que se sepa ningún científico ha sido capaz de montarse en un haz de luz y dar un viajecito por el cosmos. A lo mejor al llegar se daba cuenta de que mientras todo el mundo ha envejecido, él no. Curiosa paradoja el espacio/tiempo.

Nos ponemos en la tesitura de que hay cosas que no sabemos explicar. Y ahi entra en juego la Fé, la que explica todo aquello que no podemos explicar. Una falacia creada por alguien hace muchos miles de años perdura hoy en día a modo de cuento del hombre del saco, que se transmite de generación en generación cogiendo cada vez mas fuerza. Es curiosa la vehemencia que ponemos en contar historias que nos contaban nuestros padres sólo por el hecho de que fueron ellos los que nos las contaron, cuando nosotros no estuvimos allí y cuando encima, está demostrado que bastante más del 50% de nuestros recuerdos son mentira (deformaciones de la verdad hechas por nuestro cerebro de manera no consciente para separar el grano de la paja y quedarnos con buenos recuerdos en lugar de recordar siempre los malos y atormentarnos hasta la eternidad). Y aún así, aunque sean máximo 50% verdad, los retroalimentamos y los lanzamos a la siguiente generación con más fuerza y con detalles propios, para darle más valor.

Y aún así, esa es la base de la Fé, de lo que no podemos explicar. El Demiurgo (no necesariamente Dios, el Demiurgo es el responsable último de todas las cosas, el que todo lo controla) es el único capaz de explicar hasta dónde (si es que se le pueden poner límites) llega el Universo, por qué de repente a una célula le da por atacar a sus vecinas con las que había convivido en paz y armonía 50 años, o por qué estamos "aquí y ahora". Y si tiene usted una explicación mejor, a arreglárselas con el Demiurgo.

El problema es elegir bando. Se elija cual se elija, quedarán muchas cosas sin explicar, demasiadas como para darse cuenta de que el bando elegido no es el correcto e ir saltando de uno a otro a lo largo de una existencia que no podemos explicar en cuantía ni en impacto a través de la Fé ni de la Ciencia. Una historia de amor/odio que sólo acabará el día en que cada uno vaya donde crea que va a ir. Cosas de la Fé.

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